Acepté la invitación. Hice caso omiso de la puta cagadera que apenas me dejó dormir anoche. De modo que me arreglé, la cara como pude, y me incendié el pelo un rato con esa plancha de 2 lucas que adquirí hace un tiempo. Dentro de la cagada de pieza estaba Joaquín, el boliviano, y lucía. Lucía lucía puta, puta y calentona como de costumbre, con una minifalda, zapatillas de niña suelta, y una polera donde se revoloteaban esos melones como león enjaulado.
Como siempre adornabamos la mesa de Doradas, cigarros de quinientos y unos botellones de caperana tinto. El boliviano me miraba con ojos de ladrón. Seguramente quería robarme los calzones. Esta noche yo estaba dispuesta a ser asaltada, a esa mirada encabronada anhelando la cacha. Estaba dispuesta al sí. Y si el conchesumadre no se avivaba de igual forma lo ataco, como sea, le meto la mano entre la cremallera de esos cojonudos pantalones y atrapo esa puta arveja. Ese condenado plátano boliviano llevaba mi nombre colgado de las bolas esta noche.
Pasadas un par de horas ya me reía de cualquier cosa, no escuchaba palabras, solo especies de zumbidos, trastabillados y trastornados ruidos bolivianos de los que yo solo me reía, calentona y simpaticonamente.
No se cómo, pero me ví sentada en esas piernas y ya sentía trepar esa pija dura por entre la minifalda, de vez encuando me rozaba los calzones, y yo solo pensaba en que me follase, al seco, como sea, todo daba igual por sentir esa desgraciada pija entre mi sapo necesitado de acaramelado palo rosa privado de océano.
Debió ser la cerveza barata, debió ser el vino envenenado. O tan solo una mala desición en ir. Pero no pude evitarlo. Ese pedo me atravezó el culo de un momento a otro mientras estaba sentada sobre Bolivia y se tiño de café oscuro líquido sin ya poder hacer nada. Fue como si una manguera se desconectara de la llave y saliera disparada en todas direcciones el agua. Con la unica diferencia de que se me salía la líquida MIERDA, hedionda y puta MIERDA licuada y sonora. Manché esos bolivianos pantalones de la nada.
Mira lo que has hecho COCHINA PUTA DE MONTE, me has cagado encima!!. -gritaba Bolivia- mientras Lucía gemía desde la otra pieza.
Me lanzó una bola de duro vidrio que adornaba la mesa. Denso y duro vidrio abriendome la sien, y me dio con la tostadora de pan una y otra vez asiéndola desde el cable.
Puta cagona, me has cagado encima de lo abierto que tienes el orto cochina puta de mierda. - vociferaba Bolivia completamente privado de control.
De a poco me apagué. Amanecí aquí recostada en la pieza blanca. Con el perineo lleno de puntos, y la cara al tocarmela solo parecía un neumatico despues de tirarlo al fuego. Estaba cagada entera. Dura mierda entre las piernas. Con una rica bandeja con tostadas sobre mis tetas. Venía la enfermera, algo tenía que contarme. Intente moverme, acomodarme para recibir la noticia. No pude levantar un dedo, me quedé acostada y simplemente esperé. Entregada a lo que sea.